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Las emociones de los niños

Hoy os quiero hablar un poquito de las emociones, esas que en nuestros peques en estos días seguramente estén a flor de piel...


Lo más importante es entender que las emociones vienen y se van. Es decir que son transitorias, por eso, debemos evitar comentarios del tipo: “eres un enfadique”, ya que por ejemplo, el enfado no es algo que caracteriza al niño, si no que en un momento dado, se enfada y tiene todo el derecho a hacerlo, igual que nos pasa a los adultos.


Me gusta hacerles ver que la emoción es algo que viene de fuera de su cuerpo (por ejemplo: mariposas para la alegría, dragones para la rabia, fantasmas para el miedo… o incluso que le pongan ellos un nombre) De tal manera, que cuando la emoción venga a su cuerpo, podemos decir: “Están viniendo los dragones del enfado…” y cuando ya se haya pasado esa emoción, volveremos a decirles: “Ya se han ido esos dragones”.

Lo importante es saber acompañar esa emoción y dejar que la sientan y la expresen, aunque debemos darles herramientas para expresarlas cumpliendo las tres reglas básicas en los enfados: no dañar a nadie, no dañarse a si mismo y no dañar ningún objeto.

Para eso, debemos acompañarles en su emoción haciendo cumplir estas tres reglas.

Cuando estalla la emoción de la rabia, es muy probable que no quiera abrazos, lo respetamos, pero cuando la emoción baje, atenderemos sus necesidades afectivas ofreciéndoles nuestro cariño.



Para identificar las emociones, podemos trabajar con el póster de las emociones en las que lo primero, vamos ayudar al niño a identificar la emoción que tiene en ese momento.


Lo segundo que hacemos es medir la intensidad de dicha emoción, para ello, utilizamos el termómetro en donde en verde (emoción moderada), es adecuada, en amarillo, nos alerta y en rojo, la emoción está en peligro de hacernos estallar (tanto en un enfado, como en alegría). Todas las emociones moderadas son buenas, pero cuando están en peligro, tanto las emociones más positivas, como las más negativas (aunque todas ellas son buenas), nos pueden hacer tener un estallido, por ello hay que aprender a manejarlas.


Por último y no por ello menos importante, si no que todo lo contrario, ayudarles a buscar qué necesitan para que esa emoción disminuya.

Cuando encontramos la emoción y la necesidad que tiene en ese momento, nos ayudará a gestionarlas.


Quizás su necesidad sea un abrazo o hablar, lo cual es fácil ofrecerle, pero también puede ser que tenga la necesidad de romper algo. En ese caso, podemos dejarle que saque su emoción rompiendo algo, pero de manera controlada, es decir, rompiendo papeles, o tirando una pelota contra el suelo.


Hay otras veces que simplemente necesitan llorar, pero si el adulto no empatiza con su necesidad y le dice frases como: “no llores por tonterías” o “deja de llorar que eres muy fuerte”, hace que el niño no se sienta entendido, que se frustre e incluso que reprima su necesidad de llorar viéndolo como algo negativo. Por ello, es muy importante saber que las emociones de los niños hay que validarlas, esto quiere decir que tenemos que hacer entender al niño que su emoción nos importa aunque no entendamos muy bien el motivo, ya que para él se trata de algo importante que además le hace sentir algo muy fuerte.


¿Y qué podemos hacer cuando la necesidad del niño sea llorar? Creo que ya lo sabréis… dejarle que llore, y acompañarle en su emoción, estar con él para que entienda que estaremos siempre para ayudarle.


Os explico un poquito más sobre la emoción de la rabia (que suele ser la que más quebraderos de cabeza nos suele dar a los adultos).


Las emociones se gestionan con el sistema prefrontal, el cual en niños pequeños no está desarrollado, y es por eso, que las emociones son muy intensas e incontrolables (las famosas rabietas).

Por eso, es importante que los adultos les ayudemos a gestionarlas y para ello, debemos conocer los cuatro tipos de rabietas que pueden darse:

Expresión de necesidad física, emocional o social no cubierta

Descarga de la tensión que los adultos cargamos a los niños

Cuando el niño hace algo que el adulto no permite, o cuando el adulto impone algo al niño que no quiere hacer.

Cuando el niño quiere tener algo y el adulto se lo niega.


Una vez que conocemos el tipo de rabieta que nuestro hijo está teniendo, es más fácil actuar ante ella:

Si se trata del primer tipo de rabieta: el niño tiene sueño, hambre, sed… o tiene una necesidad emocional como un abrazo o social como querer estar un ratito con papá y mamá, es fácil resolverla: le ofrecemos lo que necesita.


Muchas veces, con nuestra propia tensión del día a día, cargamos al niño de esa misma tensión. “Venga, vamos, vístete rápido que llegamos tarde”, debemos dejarle descargar esa tensión de la mejor manera posible haciendo que se cumplan las tres reglas de las que os hablaba antes.


Otras veces, el niño quiere hacer algo que el adulto no le permite o el adulto le dice que haga algo que no quiere, en este caso, debemos ser firmes con los límites y las normas, pues le ayudan a ganar seguridad, y además, nuestra labor es educarles. Pero el amor y los límites, no son incompatibles, pues lo podemos hacer desde la calma y con mucho amor.


Por último, el niño quiere un objeto que no nos parece oportuno proporcionarle en ese momento, ya se comprándolo o dejándoselo. Igual que en el caso anterior, debemos ser firmes en nuestra decisión poniendo límites desde el cariño.


Una vez que pongamos estos límites, es posible que el niño se frustre y de rienda suelta a la rabia, por lo que en este momento, es cuando debemos acompañarle en su emoción igualmente desde el cariño, sin gritos y con amor.


Estoy segura de que toda esta información, os ayudará a gestionar de mejor manera las emociones de los niños.


Y recuerda: No hay nada mejor para tu hijo que tu atención, tu tiempo y sobre todo, vuestra conexión.




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