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Muñecos de apego: “Los viajes de Pipo y Dudú”

Ana Hernández López

Pipo Y Dudú fueron unos de los primeros regalos que tuvieron mis niñas.

En un primer momento fueron unos muñecos que decoraban las cunitas y la habitación, pero pronto se convirtieron en los compañeros de batallas de una de mis hijas.


Al principio, dormía con ellos lógicamente porque nosotros los metíamos en sus cunitas, pero más adelante fue ella la que los pedía para que fueran sus compañeros nocturnos.


Para que no se perdieran, no lo sacamos de casa a excepción de viajes donde las dejábamos elegir siempre dos muñequitos a cada una como compañeros para dormir.

Una de ellas, cada viaje elegía un muñeco diferente en cada viaje, pero a partir de los tres añitos, empezó a aferrarse a sus grandes amigos Pipo y Dudú y no había viaje que fuera sin ellos.

En cambio, la otra peque solía elegir a Burrito y a Edredón que la protegen del miedo a la oscuridad.

Estos cuatro amigos, han viajado a muchos sitios junto a nosotros y han vivido muchas aventuras, hasta hace unos días que Dudú, comenzó su viaje por otro camino.


Llegaron las vacaciones de Semana Santa, y como otras veces, preparamos las maletas y los cuatro amigos para dormir.

Llegamos a nuestro primer destino y disfrutaron de tres noches con ellos, pero al llegar a nuestro segundo destino y sacar todas las cosas, descubrimos que Dudú no nos acompañaba. Entonces comienza la tragedia...

Mi niña no quiere dormir sin su amiguito, y conseguimos que se conformara con su otro amigo Pipo y con un cojín al que llama ”Dudú”.

Su mente no quiere separarse de él y al rato se pone a llorar diciendo que quiere irse donde esté Dudú.

Llamamos al hotel por si se hubiera quedado allí, pero nos dicen que no lo encuentran. El apego que ha tenido este tiempo a ellos, ha sido muy positivo ya que le ha ayudado en muchos momentos malos, pero ahora que Dudú no está, lo pasa muy mal y tiene que pasar por su pequeño duelo.



Al día siguiente de perderlo, cuando terminó de comer, nos pidió un bolígrafo y en una servilleta del restaurante hizo un precioso dibujo donde expresaba todo lo que sentía. Echaba mucho de menos a Dudú y necesitaba decirle que le quiere.





Días más tarde, le dije que si quería, podía escribirle una carta de despedida diciéndole todo lo que necesitara, y esto fue lo que le hizo:




Después, paseando durante las vacaciones, encontramos una tienda que vendían unos muñequitos parecidos y nos pidió si podíamos comprar uno.

A pesar de que no me gustaba mucho la idea de poder llegar a transmitirle que si perdemos algo, podemos sustituirlo, me pareció que había sido un objeto que le ha ayudado y aportado mucho en estos años, por lo que accedimos y compramos uno nuevo.


Aún así, hay momentos en los que se acuerda de su fiel amigo.




Con nuestra historia, quiero haceros reflexionar acerca de los muñecos de apego: ¿Os parece bueno que los niños los tengan? ¿Crees que les aportan cosas positivas?

Mi opinión es que siempre que no genere una dependencia que pueda entorpecer otras actividades, es algo fabuloso para ellos.


Un abrazo!




 
 
 

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